Guerra Psicológica
Tcrn. de EM. Edison Narváez Rosero
500 años antes de la era cristiana SUN TZU legó a los líderes guerreros de la humanidad sus celebres consejos de cómo derrotar al enemigo aun sin enfrentarlo ni causarle daños materiales. Desde entonces, con variadas denominaciones, reconocidas por la historia militar, decenas de tretas y engaños configuran una extensa literatura sobre el empleo del arte de la persuasión y la propaganda en la guerra.
El siglo XX fue sin duda el siglo de las guerras y enormes avances en comunicación y por tanto en las dos conflagraciones mundiales se intensificó el uso de más y mejores técnicas de propaganda y contrapropaganda. Tan solo recordar el famoso Ministerio de propaganda nazi con el genio creador de Goebbels implica entender la cúspide de su empleo y la importancia que alcanzó en los altos estamentos de la conducción bélica. Ya en la postguerra y la era de la “guerra fría”, en más de siete conflictos de diversa índole, los medios de planificación, producción y diseminación de propaganda con una variada gama de efectos audiovisuales, generaron un capítulo aparte en el análisis de los estudiosos de la guerra. Corea, Vietnam, Malvinas, Panamá, el conflicto árabe israelí, los Balcanes y el mismo conflicto entre Ecuador y Perú entregan una apreciable experiencia en el campo que la doctrina contemporánea de operaciones psicológicas (OPSIC) finalmente denominadas operaciones de información.
GUERRA Y GUERRA DE INFORMACION
El miércoles 19 de marzo a las 22 15 horas el Presidente norteamericano G. W. Bush anuncio al mundo el inicio de la segunda intervención militar en la zona del Golfo Pérsico con el objetivo fundamental de derrocar al régimen de Saddam Husseim, después de haber fracasado una enconada batalla diplomática en el seno de la ONU para alcanzar el apoyo de sus aliados en la aprobación de una resolución que posibilitara la solución militar, que a la postre solo fue apoyada por Inglaterra y España. Pero la guerra de la información en verdad se había iniciado en 1991, al terminar la Operación “Tormenta del desierto”, que expulso de Kuwait a las tropas iraquíes. Sus secuelas de carácter económico y militar, entre las que se destaca la creación de una zona de exclusión aérea al norte y sur del territorio iraquí para defender a los kurdos y shiitas, determinó una continua confrontación entre la aviación coaliada y las defensas antiaéreas del régimen de Bagdad. Entonces miles de hojas volantes (octavillas) se dejaron caer desde grandes alturas por los bombardeos aliados para coercionar a los soldados iraquies a evitar el enganche en sus radares y el derribamiento de los aviones “patrulla”.
En octubre del 2002 la operación “LIBERTAD”, así denominada por los propagandistas del pentágono, cobró mayor intensidad en cuanto a mensajes preestablecidos en las octavillas en contra del régimen iraquí. Para mediados del mes de diciembre el 4to grupo de PSYOP (siglas en inglés de operaciones psicológicas), con sede en Carolina del Norte, logró desplegar medios aéreos en la zona del golfo con estaciones de radiotransmisión que le permitirían emitir sus programas en tres bandas de AM y dos de FM, empleando a locutores de origen árabe que mezclaron música y mensajes persuasivos hacia la población civil, para obtener su desafecto en contra de Husseim. Mientras estas operaciones de información de carácter táctico se desarrollaban en el hasta entonces futuro escenario de guerra, las operaciones del gran nivel estratégico no se dejaban esperar; los dos primeros meses del 2003 se ocuparon en alcanzar la cohesión interna norteamericana en torno a su Presidente, aunque los resultados no fueron del todo satisfactorios pues los analistas consideran que Bush fue a la guerra en contra de los medios de comunicación norteamericanos, parodiando lo sucedido en la guerra del Vietnam. Por otra parte los objetivos psicológicos hacia el exterior se orientaron a consolidar el apoyo de la comunidad internacional difundiendo con gran tenacidad el tema de la presencia de armas biológicas en manos del dictador iraquí, y por otra parte, mostrar la capacidad tecnológica de las fuerzas de aire, mar y tierra estadounidenses, resaltando las armas quirúrgicas del arsenal americano, cuyas fotos, imágenes y detalles de capacidad mortífera fueron inundando progresivamente las páginas web del internet y los principales diarios, revistas y canales de todo el mundo. En nuestro país, como ejemplo de lo aseverado, más de 200 páginas completas de los medios impresos se ocuparon de difundir esta información antes del inicio de la guerra.
Al inicio de operaciones militares la enorme infraestructura de propaganda aliada estaba montada y millones de hojas volantes inundaban la parte meridional de Iraq insistiendo en el consciente de la población civil y soldados iraquíes, neutralizando su voluntad de resistir a las tropas coaliadas, incitando a que no se destruya la infraestructura petrolera y persuadiéndola de no apoyar a Husseim. En la parte estratégica, el objetivo interno se fundamentaba en crear la conciencia de una guerra rápida y con un costo de heridos y muertos norteamericanos mínimo; hacia fuera se quería construir la imagen de una fuerza “libertadora” y no invasora, que evitaba al máximo la muerte de población civil y el daño a la infraestructura que no fuese gubernamental.
La guerra de los medios de comunicación fue un capítulo aparte; si en 1991 el mundo tuvo una sola versión de lo que sucedía en Bagdad, a través del intrépido periodista Peter Arnet de la CNN, ahora la marcada oposición mundial a la guerra requería señales neutrales que saquen a luz los “ínfimos” efectos colaterales, como denominaban los voceros norteamericanos a las víctimas civiles. El pentágono formó un cuerpo de más de 600 periodistas, a quienes los denominaron “embedded” (incrustados), quienes al ser reclutados y pertenecer a diferentes medios, entregaban reportes tácticos de lo que vivían los soldados aliados en el combate. Al otro lado de esta realidad, decenas de periodistas de diversas estaciones mundiales permanecieron bajo su riesgo en medio del fuego cruzado; once vidas de estos reporteros parece ser el costo de entregar imágenes que la propaganda norteamericana no deseaba. La cadena árabe de TV. Al Jazeera (La isla) se constituyó en un medio que balanceó la información y la fuente ideal para que el Ministro de Información iraquí diariamente utilice otra herramienta de la guerra psicológica: “la desinformación”, aseverando una y otra vez que las tropas de Husseim estaban derrotando al enemigo, presentando desesperadas imágenes de Husseim para demostrar que aún estaba vivo y amenazando con una contraofensiva suicida que nunca llegó. Sin duda, esta es la única muestra en este campo de acción realizada por el régimen derrotado pues su capacidad de acción, al igual que en otras formas de la guerra, resultó inexistente o neutralizada.
AL FINAL DE LA GUERRA
Las dudas de la victoria aliada en los primeros días de la guerra, ocasionadas por un supuesto alargamiento de sus líneas de apoyo logístico y una aparente resistencia iraqui, se convirtieron en una rápida derrota. El jueves 10 de abril las tropas aliadas derrumbaron el último baluarte de Husseim en Bagdad y un día después Bush y Blair, en un canal de tv iraqui operado por técnicos norteamericanos, anunciaron a la población el final de la guerra. La acción propagandista se orientó entonces a captar el apoyo y el afecto hacia las tropas “libertadoras”. Los planificadores de la propaganda ruegan porque aparezcan a la brevedad las famosas armas químicas que pueda justificar las razones de esta guerra ante el mundo, aunque el costo pagado en sangre y vidas por los soldados coaliados no es alto para la opinión pública de estos países.
Las Operaciones psicológicas siguen vigentes en la guerra; siguen dejando enseñanzas para la historia militar; es una arma que ahorra vidas y destrucción en los bandos enfrentados, los líderes civiles y militares le dan una gran valía y sus planificadores continuarán buscando nuevas formas de persuadir, mientras la humanidad aguarda con temor un nuevo conflicto en cualquier región del planeta.